Europa ha comenzado a redefinir su modelo energético en el transporte con un objetivo claro: convertir la sostenibilidad en un factor de competitividad industrial. La Comisión Europea ha presentado un ambicioso Plan de Inversiones en Transporte Sostenible, concebido como la herramienta que acelerará la transición hacia combustibles renovables en los sectores aéreo y marítimo, los dos grandes emisores que aún dependen en exceso del diésel y el queroseno.

La iniciativa no se limita a una declaración política. Bruselas ha puesto cifras concretas sobre la mesa: más de 100.000 millones de euros en inversión necesaria hasta 2035 para garantizar el suministro de 20 millones de toneladas de combustibles sostenibles. De ese volumen, 13,2 millones corresponderán a biocarburantes y 6,8 millones a combustibles sintéticos, lo que permitiría cumplir los objetivos fijados en los reglamentos ReFuelEU Aviation y FuelEU Maritime para el transporte aéreo y marítimo, respectivamente.

Más allá del reto tecnológico, el proyecto persigue un cambio estructural en la forma en que la Unión Europea produce, consume y regula la energía del transporte. Se trata de crear un ecosistema financiero y logístico capaz de sostener la transición, atrayendo inversión privada y reduciendo la dependencia externa de los combustibles fósiles.

El enfoque de Bruselas tiene un marcado carácter económico. El nuevo plan se integra dentro de la Brújula de Competitividad Europea y del Pacto Industrial Limpio, lo que evidencia que la sostenibilidad ya no se aborda únicamente desde la óptica climática, sino como un factor de política industrial.
Entre las medidas iniciales, la Comisión ha anunciado una movilización de 2.900 millones de euros hasta 2027, destinados a estimular la producción de combustibles sostenibles y a crear una red europea de proyectos piloto.

El programa InvestEU canalizará 2.000 millones en apoyo directo a este tipo de inversiones, mientras que el Banco Europeo de Hidrógeno gestionará 300 millones adicionales para fomentar el desarrollo de este vector energético en la aviación y el transporte marítimo.
Además, el Fondo de Innovación destinará más de 400 millones de euros a proyectos específicos en combustibles sintéticos y biocarburantes, mientras que Horizonte Europa aportará otros 133 millones para investigación y desarrollo tecnológico.

Uno de los grandes desafíos identificados por la Comisión es la incertidumbre financiera. Para afrontarla, se plantea la creación de un mecanismo de intermediación entre productores y consumidores, que garantice estabilidad de ingresos y reduzca el riesgo inversor.
Este instrumento busca ofrecer seguridad a largo plazo a aerolíneas y navieras, dos sectores con márgenes cada vez más estrechos y una elevada exposición a los precios del combustible.

En paralelo, se prevé la puesta en marcha de una coalición europea de primeros adoptantes —la eSAF Early Movers—, que aspira a movilizar 500 millones de euros adicionales en proyectos de combustibles sintéticos para la aviación.

La reacción del sector marítimo europeo ha sido mayoritariamente positiva. La Asociación de Armadores Europeos (ECSA) ha valorado el plan como “un punto de partida sólido” que reconoce las carencias del actual marco financiero y la necesidad de reducir los costes de acceso a los combustibles limpios.
ECSA subraya que los ingresos generados por el sistema europeo de derechos de emisión (ETS) —estimados en unos 9.000 millones de euros anuales— deberían utilizarse para compensar la brecha de precio entre combustibles convencionales y sostenibles, que hoy ronda un factor de cuatro a uno.

Los armadores también celebran el compromiso de simplificar los procedimientos administrativos, especialmente para las pequeñas y medianas empresas del sector, y piden avanzar hacia una armonización plena de la legislación europea con las normas internacionales de la OMI.

El nuevo plan europeo marca el inicio de una década decisiva para el transporte. No se trata únicamente de sustituir un combustible por otro, sino de redefinir las cadenas logísticas, los modelos de negocio y la infraestructura energética sobre la que se apoya el comercio internacional. La transición no será inmediata, pero el mensaje de Bruselas es claro: la sostenibilidad deja de ser una meta lejana para convertirse en un eje central de la estrategia industrial europea.

Carlos Zubialde

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