Puede parecer que es un misterio, pero no, sucede siempre, cuando el precio del barril de crudo sube, el combustible que repostamos en la gasolinera, sube, pero, cuando el barril baja de precio, en el surtidor, ¡el precio del combustible no baja!
Esto en el sector del transporte es algo con lo que se convive de forma diaria, el coste del carburante supone según estadísticas el 35% del coste de una empresa del sector, por lo que saber que el abaratamiento del precio del petróleo, no se verá reflejado y que no llegará al surtidor, sigue siendo una losa de colosales dimensiones para la actividad.
Y nos preguntamos el motivo, además de la lógica mercantil de las compañías petroleras, y es que hay otros motivos como la ineficiente cadena de suministro para este producto, las tensiones mundiales y geopolíticas, y como no, las cargas impositivas, y eso que hay una previsión de que el precio del barril de crudo pueda bajar por encima del 12% en el 2026 según los expertos.
Los pronósticos apuntan a que el precio del barril de crudo Brent pueda terminar este 2025 en una franja de entre 55 y 60 dólares, lo que implica que la caída durante el año podría situarse entre sobre un 15%, y eso que los países productores han cerrado el grifo de la producción para aumentar el precio, cosa que no lo han logrado por el momento.
Pese a esa reducción de la producción, la demanda también está bajando, en un mercado que contiene la respiración cada vez que el presidente de los Estados Unidos dice algo. La guerra arancelaria, la incertidumbre económica que parece que el 2026 también mantendrá el mismo tono, hace que pese a la reducción de la producción, la demanda no se vea tensionada, por esa moderación y ralentización económica.
Pero claro, todo esto sobre el papel debería de terminar reflejándose en el surtidor, cosa que no se aprecia ni como consumidor, ni tampoco lo nota el sector del transporte de mercancías por carretera. Los motivos como decíamos son una muy ineficiente cadena de suministro de los combustibles, completamente desorganizado debido al impacto de la invasión de Ucrania, que ha obligado a Europa a buscar y comprar combustible en otros mercados para sustituir el que Rusia le vendía.
Y, por otro lado, la alta carga impositiva de la Unión Europea, qué ojo, seguirá incrementándose. España, por un lado, tiene la “obligación” de aumentar los impuestos del diésel para equiparar a los de la gasolina, cuestión que Europa ya le ha reclamado al Gobierno, pero este por el momento hace oídos sordos, y es que esa aplicación tendría un impacto directo de encarecer el coste del precio del diésel entre 12 y 15 céntimos.
No es lo único, a nivel impositivo el precio además se incrementará sobre todo a partir del 2027, con la entrada del Sistema de Comercio de Emisiones 2, conocido como ETS2, que es un sistema que pondrá un precio al carbono de los combustibles fósiles utilizados en el transporte por carretera y los edificios en la Unión Europea. Su objetivo es reducir las emisiones de CO₂ al obligar a los proveedores de estos combustibles a comprar derechos de emisión, lo que se traducirá en un aumento de los costes para esas empresas, que por lógica, deberán de repercutir a los consumidores.
En definitiva, que cuando escuchemos que el precio del petróleo baja, tranquilidad, no lo notaremos en el surtidor, una muy mala noticia para todos, pero en especial para el sector del transporte de mercancías por carretera.
Carlos Zubialde
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