En el Día Mundial del Transporte Sostenible emerge un dato tan claro como alarmante: únicamente el 0,1% de las empresas españolas registra oficialmente su huella de carbono y cuenta con un plan de reducción validado. Esta cifra, basada en datos del MITERD y recogida en informes sectoriales recientes, contrasta con el peso real que tiene el transporte en las emisiones nacionales, responsable del 30,7% de los gases de efecto invernadero, según el Inventario Nacional de GEI.
En un escenario donde la descarbonización se ha convertido en un eje estratégico para la competitividad, la movilidad empresarial desempeña un papel determinante. Las cifras demuestran que la adopción de modelos de transporte más eficientes puede reducir de manera inmediata las emisiones, gracias al uso de flotas ecológicas, herramientas inteligentes de planificación y la eliminación de desplazamientos improductivos. Este tipo de medidas ha permitido evitar cientos de miles de kilos de CO₂ equivalente en 2025, un volumen comparable a las emisiones anuales de varios centenares de vehículos, a millones de kilómetros recorridos con un coche convencional o a la absorción de CO₂ que ofrecería un bosque del tamaño de decenas de campos de fútbol.
La reducción de emisiones no se limita únicamente a los trayectos. La gestión eficiente del aparcamiento corporativo —un ámbito habitualmente pasado por alto— también contribuye a la descarbonización. La disminución de los llamados “kilómetros fantasma”, es decir, los recorridos adicionales que un conductor realiza en zonas urbanas para encontrar aparcamiento, puede suponer toneladas de CO₂ evitadas cada año. Los cálculos más conservadores estiman dos kilómetros de búsqueda eliminados por cada reserva planificada y un factor de emisión estándar de 0,12 kilos de CO₂ por kilómetro.
Este conjunto de indicadores revela una realidad evidente: existen soluciones tecnológicas maduras, accesibles y contrastadas que permiten reducir emisiones desde hoy mismo. Sin embargo, la adopción de sistemas de medición y la transparencia ambiental en el tejido empresarial español sigue siendo extremadamente baja. La exigencia actual es clara: medir, actuar y reportar no debe entenderse como una obligación regulatoria futura, sino como una decisión estratégica que reduce costes, aporta eficiencia operativa y posiciona a las organizaciones en la trayectoria de movilidad sostenible que demanda el presente. El reto ahora es que la mayoría empresarial avance en esta dirección con determinación y visión de futuro.
Carlos Zubialde
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