Estados Unidos impone tarifas elevadas y adopta medidas no arancelarias para presionar a países en el comercio internacional
Estados Unidos aplica altas tarifas y medidas no arancelarias para presionar a países y transformar las dinámicas del comercio internacional.

La administración de Donald Trump ha anunciado tarifas unilaterales que oscilan entre el 10% y más del 50%, con el objetivo de presionar a otros países para que eliminen barreras comerciales. Estas medidas, que incluyen requisitos de seguridad agrícola, sistemas fiscales, tasas de cambio, estándares de productos, trámites legales y burocracia en aduanas, buscan no solo facilitar las importaciones a Estados Unidos, sino también impulsar la manufactura local y aumentar el acceso a mercados internacionales. Sin embargo, muchos países enfrentan dificultades para cumplir con estas demandas debido a resistencias políticas y sociales, especialmente en sectores agrícolas.
En su ofensiva comercial, Washington también ha enfocado su atención en las políticas monetarias de países como Alemania, China y Japón, a quienes acusa de devaluar sus monedas para favorecer sus exportaciones. El Banco Central Europeo ha reducido las tasas de interés para apoyar el crecimiento, lo que podría debilitar al euro, mientras que en Japón el Banco de Japón ha estado elevando gradualmente las tasas, afectando al yen. Estas políticas han provocado movimientos en las tasas de cambio que impactan la competitividad internacional de las naciones mencionadas.
Por otro lado, en el ámbito agrícola, Estados Unidos ha encontrado obstáculos en la importación de productos como arroz, carne y patatas en países como Japón, Corea y la Unión Europea, debido a restricciones relacionadas con la seguridad y las regulaciones sanitarias. Japón, por ejemplo, mantiene limitaciones sobre la importación de patatas y arroz, decisiones que, según analistas, obedecen a intereses políticos y de protección a los productores locales, retrasando así las negociaciones.
Asimismo, la imposición de impuestos como el IVA en Europa y las diferencias en los estándares de seguridad de los vehículos, además de las políticas de subsidios para tecnologías específicas, son fuente de fricciones. La burocracia excesiva y los largos procesos de autorización para importar alimentos, medicamentos y maquinaria también generan retrasos considerables. Estados Unidos ha destacado estas barreras, que afectan especialmente a sectores sensibles como el farmacéutico y el automotriz.
La administración Trump ha declarado que, además de las tarifas, busca reducir el déficit comercial mediante un aumento en las exportaciones de Estados Unidos, promoviendo compras en sectores como energía y soja e impulsando la construcción de fábricas en su país. Aunque estos objetivos puedan parecer dispares, la estrategia parece centrarse en fortalecer la economía interna y reequilibrar las relaciones comerciales mediante presiones no arancelarias.
En definitiva, las negociaciones enfrentan un escenario complejo en el que las barreras no arancelarias, como las sanitarias, las de estándares tecnológicos y las administrativas, son utilizadas como herramientas para intentar lograr cambios estructurales en el comercio internacional que muchas veces responden más a objetivos políticos y económicos que a cuestiones estrictamente comerciales. Los próximos meses serán clave para observar si las naciones logran acuerdos que permitan reducir estos obstáculos y evitar la entrada en vigor de las altas tarifas previstas.