La nula rentabilidad lastra la transformación del transporte
La imposibilidad de repercutir los costes a los clientes tienen un directo impacto en la capacidad de inversión para una empresa; las del sector del transporte están viendo como la paulatina reducción de su rentabilidad no solo lastra la transformación de la actividad, sino que incluso está poniendo

La imposibilidad de repercutir los costes a los clientes tienen un directo impacto en la capacidad de inversión para una empresa; las del sector del transporte están viendo como la paulatina reducción de su rentabilidad no solo lastra la transformación de la actividad, sino que incluso está poniendo en peligro la actividad como la entendemos en la actualidad.
Los incrementos de precios que están afectando al transporte por carretera, y la imposibilidad de repercutir los mismos a los clientes, están suponiendo un freno importante sobre las inversiones que el sector debe de abordar para su modernización y su transición energética hacia una actividad más sostenible medioambientalmente.
El problema de no poder repercutir estos incrementos de costes a los clientes no es una situación nueva en el sector; los clientes, aun siendo conocedores en muchas ocasiones de primera mano de los incrementos de costes como por ejemplo el precio del combustible, no aceptan dichas subidas. La gran atomización del sector juega en contra del mismo, los clientes son conocedores de la gran variedad de potenciales proveedores que podrían ofrecerles el servicio, y se valen de ello para presionar a su proveedor de transporte para no subir las tarifas.
En consecuencia, la reducción de los márgenes operativos con los que trabaja el transporte impide poder destinar más recursos a inversiones que permitan incrementar la competitividad, el margen se destina a la propia supervivencia de la compañía. Además, estamos en un momento crítico en el que la UE se ha marcado como objetivo hacer que actividades como el transporte sean más sostenibles medioambientalmente, además de empujar para lograr una economía más moderna y digitalizada. Pero está claro que si no hay margen, no hay beneficios, y no es posible siquiera hablar de modernización o transición ecológica, el objetivo número uno es sobrevivir.
Las autoridades por un lado ejercen presión sobre el transporte para que sea más sostenible, pero en lugar de ayudar al mismo, eleva la presión fiscal sobre un sector como decimos, en una situación “límite”. La única forma de poder hablar de modernización o transición ecológica es atajando de raíz el desequilibrio que existe entre los costes y los precios, con el objetivo de mejorar los ratios de rentabilidad de las empresas de transporte.