Los momentos de escasez han llegado al transporte, la balanza entre la oferta y la demanda es cada vez mayor; la relación entre transportistas y cargador (cliente) ha cambiado, aunque algunos puede que todavía no lo sepan, o mejor dicho, no lo quieran saber.

La incertidumbre nacida en el año 2020 por la pandemia del covid trastoco las relaciones comerciales mundiales, y como es de imaginar, también las relaciones que se dan en la prestación de servicios de transporte. Podemos decir que en esta nueva etapa, la relación entre cliente y empresa de transporte, ya no es la que conocimos de forma histórica.

Encontramos varios motivos como catalizadores de este nuevo cambio; la imagen del sector ha cambiado, la visibilización obtenida durante el confinamiento de marzo y abril del 2020, puso en primera línea la importancia del transporte como actividad vertebradora indispensable de la economía y la sociedad. Por mucho que algunos cargadores y clientes continúen pensando (o hacer pensar) que el transporte es un commodity, no lo es.

Esta situación de sector esencial se vio reforzado durante la huelga mantenida por parte del sector en marzo del 2022, suponiendo una visibilidad para el público general ante nunca obtenida. Además, los problemas del sector se han visibilizado para el público, de forma que cualquier consumidor conocer los problemas de la falta de mano de obra, de los márgenes exiguos con los que se trabaja, o el alto impacto en los costes que supone el alza de los precios del combustible.

Pero en realidad, el factor más importante que permite afirmar el cambio de las relaciones, se centra en el ámbito de la oferta y la demanda.

En tiempos pasados, un cargador o cliente, estipulaba un precio para un servicio de transporte (fuera un precio justo o en la mayoría de las ocasiones, muy injusto); ofrecía su carga y el precio a sus proveedores habituales de transporte, y si estos lo rechazaban, abría una segunda ronda entre empresas que aspiraban a ser proveedores, de entre las cuales, siempre, había quien hacia ese servicio en los términos que el cargador imponía.

Los tiempos han cambia, la oferta y demanda es cada vez más descompensada, por lo que hoy día, el problema del cargador ya no solo es lograr el precio que quiere para su servicio, su problema es de disponibilidad. Aun pagando más que antes, no tiene garantizada la reserva de ese camión, que puede aceptar a última hora otro viaje que le genere mayores ingresos.

Si esto hubiera ocurrido en el 2018 o 2019 por ejemplo, el cargador rápidamente podría haber buscado un proveedor “sustituto”, pero en el 2022, no hay sustituto. Las empresas tienen tal volumen de demanda de servicios, que pueden elegir a quien realizar el servicio y como realizarlo.

Pero los cambios serán todavía más profundos en fechas futuras, cuando se haga la aplicación real de las labores de carga y descarga por parte del destinatario, o la futura ley del transporte.

Artículo propiedad de Carlos Zubialde

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