Si hay un denominador común en todas las empresas de transporte y logística, ese es la extenuación, el cansancio y la sensación de estar inmerso en una "rueda del hámster" perpetuo.

Durante los últimos años el mundo se ha visto afectado por pandemias, escasez o guerras, pero nuestras sociedades han continuado su día a día. Durante el 2020, el mundo estuvo confinado, pero los y las profesionales del transporte y la logística no pararon ni un solo segundo. Los materiales, la comida o incluso el tan aclamado papel higiénico fueron transportados gracias a un sector profesional y comprometido.

Después vinieron la escasez de contenedores, en el segundo semestre del 2020, lo que hizo que las empresas aumentarán sus pedidos durante el 2020 y 2021, nadie quería quedarse sin stock. Las peticiones de transporte eran más y más diariamente; y en una situación tan tensa, un barco casi puso en jaque a toda la economía mundial, el famoso Ever given, que bloqueo el canal de suez.

Y para seguir, el 2022 nos trajo la invasión de Ucrania por parte de Rusia, desatando una incertidumbre sobre las materias primas, que añadido a los confinamientos en China para frenar la expansión del Covid 19, nos pone en un escenario muy difícil de manejar.

¿Y qué pasa con los trabajadores de la logística y el transporte?

Ciertamente, la sensación generalizada en el sector es de incomprensión añadida a una extenuación máxima. Los profesionales no han parado ni un solo día, es verdad que la visibilidad obtenida por parte del transporte y la logística durante el confinamiento del 2020, supuso un ligero reconocimiento de una actividad esencial para el funcionamiento de cualquier país. Pero de la misma forma, esa visibilidad desapareció, tanto que quien hace unos meses alababa la labor de los transportistas, ahora pone el grito en el cielo si la compra de una camiseta mediante online no se lo entregan en casa a la hora que quiere, eso si, sin haber contratado ese servicio.

La mano de obra en el transporte y la logística está "enfermando", los casos de ansiedad o estrés comienzan a ser habituales en muchas compañías; la rotación del personal nunca fue del calibre del actual, donde las empresas de transporte "fichan" a operativos de su competencia cuál fueran managers de un equipo de futbol. Y no olvidemos que muchas posiciones no se están cubriendo, como la de los conductores, con un déficit solo en España de entre 12.000 y 15.000 vacantes por cubrir.

Se habla de la "gran renuncia" en países como Estados Unidos, mientras en España, las empresas de transporte y logística están asistiendo a una "emigración" constante de su personal, sea a otras compañías, sea a otros sectores, donde las condiciones laborales son ostensiblemente mejores (jornadas de trabajo con menos horas, un nivel de estrés muy inferior o un reconocimiento profesional mayor).

¿Y quién es el culpable?

Como en todo problema, lo sencillo es buscar un solo culpable, a quien cargar con la total responsabilidad de la situación. Si hiciéramos esa asimilación, son las propias empresas de transporte las que han "creado" la situación; alguno puede llegar a decir que si pagan más, seguro que no habría una perdida tan alta de personal. Esta afirmación no se sostiene cuando se observa que profesionales con más de 10,15 o 20 años de experiencia y pertenencia en una empresa, perfiles senior, abandonan la actividad.

La situación es el resultado del cómputo de muchos factores, como la falta de visión de muchas empresas de transporte que no han implementado mejoras tecnológicas que permitan una menor presión en el trabajo; o de los cargadores, por "apretar" en sus precios a un sector que ahora ve como necesario (en realidad siempre lo fue); o incluso los propios trabajadores, que en muchas empresas han creado sus propios "reinos", desde donde han gestionado su actividad sin permitir cambios o mejoras.

Lo que si está claro, es que si la situación no cambia, muchas empresas tendrán verdaderos problemas para poder seguir ofreciendo sus servicios, y en consecuencia, la oferta de transporte cada vez será menor y de peor calidad.

Artículo de Carlos Zubialde

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