Como consecuencia de la pandemia del Covid 19, las economías occidentales ya se estaban preparando para acortar sus cadenas de suministro. Los tiempos en los que comprar materia prima o tener la producción en lejanos países (casi siempre del sudeste asiático o china) además de disponer de un transporte marítimo barato y fiable, pasaron a la historia. Parece que ese escenario paso a la historia para un tiempo largo, posiblemente no lo veamos volver de igual modo.

Acortar la cadena de suministro ya no era una opción, era una obligación que sectores como la automoción adoptaron de forma inmediata. Otros sectores todavía no han “pivotado” su sistema, y siguen manteniendo un supply chain muy largo, supeditado a cada vez un mercado más volátil en las materias primas, y con unos precios de transporte marítimo que siguen en los niveles record, cuando se suponía que para la llegada del 2 trimestre del 2023 podían moderarse.

Pero acortar la cadena de suministro ya no es una opción, es una obligación para los sectores que quieran sobrevivir. ¿Quién se acuerda del Covid19 frente a la invasión de Ucrania por parte de Rusia?

El conflicto creado por Rusia está haciendo tambalearse a la economía mundial; los precios de la materia prima están en niveles desconocidos, los costes de combustibles en precios nunca alcanzados, y la recuperación económica en serio peligro. Además, se añaden conflictos laborales como la huelga de transportistas convocada en España por diversas asociaciones.

Con este panorama, acortar la cadena de suministro es una necesidad de vital importancia, cuando más corta sea, mayor seguridad se tiene. Los costes ahora mismo son accesorios, el objetivo es poder seguir manteniendo los productos en el mercado. Es lo que se llama “economía de guerra”, y por mucho que cueste entenderlo, la economía mundial está en una situación de guerra, a la que nos tenemos que adaptar si queremos sobrevivir.

Artículo propiedad de Carlos Zubialde

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