Posiblemente, lo primero que deberíamos de preguntarnos, ¿Qué es realmente ser sostenible? ¿Qué entendemos por ser sostenible? ¿Tenemos todos la misma percepción?
Según parece, la clase política tiene una percepción distinta de que es ser sostenible, a tenor de como afrontan el reto de salvar el planeta, al cual estamos esquilmando en sus recursos, sin conocer realmente donde podemos terminar, aunque podemos imaginar el final. Los pasos que se dan en instituciones como la Unión Europea, con legislaciones que son rectificadas, modificadas e incluso eliminadas, demuestran que la clase política cree tener claro lo que quiere, pero a la hora de aplicarlo, su desconocimiento de la realidad es alarmante.
Podríamos preguntar a cualquier político de turno, ¿qué es más sostenible, 5 vehículos de combustión cargados al 20% distribuyendo en una ciudad, o 5 coches eléctricos haciendo la misma labor?
La realidad es que ninguno de ellos es más sostenible, el objetivo debería de ser que solo acceda 1 vehículo, y daría igual si fuera de combustión, habíamos eliminado 4 furgonetas de la ecuación. Este razonamiento, muy básico, es el que la clase política no logra comprender en su conjunto, para transitar hacia escenarios de ese tipo. Y en lugar de ello, se han obsesionado por implantar políticas de descarbonización, tan irreales algunas de ellas, que ya están siendo rectificadas.
Las legislaciones
El resultado más palpable de la descoordinación entre lo que la clase política quiere, lo que legisla, y la realidad, son las distintas legislaciones que se ponen en marcha. Y más en concreto, no las leyes, sino las rectificaciones de las leyes que tienen que abordar, desnaturalizando por completo el objetivo de las mismas, plegándose tanto a las presiones de los lobbies, como al descontento ciudadano por tanta ley, que en ocasiones, llega a ser completamente absurdo, o de difícil cumplimiento.
La más famosa es la última "rectificación" sobre la normativa de la eliminación de los vehículos de combustión, la famosa norma EURO 7. Esta normativa legislaba unos nuevos límites para las emisiones de los vehículos de combustión, cuya consecuencia era lograr una transición hacia el vehículo eléctrico. Pues bien, ante la presión de los lobbies automovilísticos, la Unión Europea ha decidido retrasar 2 años la aplicación de esta normativa, del 2025 al 2027 para coches, y del 2027 al 2029 para camiones.
Como es lógico, el revuelo es mayúsculo, sobre todo por el motivo que tiene dicho retraso (la presión del sector automovilístico), sin tener en cuenta criterios medioambientales, ni tampoco de otros sectores afectados, como el del transporte. Pero esto no es nuevo, antes ya le "metieron mano" al cambio de criterio en el uso de los bio-combustibles (sintéticos no contaminantes) para los vehículos nuevos a partir del 2035, fecha en la que, supuestamente, desaparecerán todos los coches de combustión interna, propulsados por combustibles fósiles.
Seguro que esto no es el último cambio que nos espera, y así lo están señalando desde los que apuestan por la electrificación completa de las flotas de coches y camiones. Y es que son conscientes que el plan de fechas es irreal, completamente imposible de cumplir, ni a nivel de producción, ni tampoco a nivel de infraestructuras de recarga, el talón de Aquiles más potente de esa política. Si no hay como recargar, quien esté pensando en cambiar su vehículo por uno eléctrico, demorará su decisión, lo que supondrá una demora temporal masiva, lo que, seguro, nos llevará a otro cambio legislativo par adecuarse a los tiempos.
Las Zonas de Bajas Emisiones
Vamos con otra de las peripecias, como es el tema de las Zonas de Bajas Emisiones. En este caso, los ayuntamientos de poblaciones de más de 50.000 habitantes, deben de crear unas zonas especiales de acceso muy restringido de vehículos (solo los considerados como sostenibles, es decir eléctricos), además de potenciar el uso de otras alternativas de transporte personal como la bici, incluso también, fomentando la eco-mensajeria.
Para todo esto, los ayuntamientos han sido "agraciados" con numerosos euros de los fondos europeos, pero que en el fondo, poco se está viendo en la actualidad. A falta de pocas semanas de la entrada en vigor, una gran mayoría de los ayuntamientos que deben de hacer esta labor, no la han llevado adelante. Tanto es el "despiste", que alguno, como el de San Sebastián (Gipuzkoa), ha pedido una demora, justificando que "no han tenido tiempo" para poder afrontar una correcta legislación. Han estado más a otras cosas, y ahora que le viene la fecha límite, piden demoras.....
Pero además, las ZBE tiene dos vertientes poco estudiadas: la situación de los residentes en las zonas centro (las afectadas por las ZBE), y la distribución.
Si empezamos por este último, en ciudades importantes como Madrid y Barcelona, en la actualidad, un porcentaje muy alto de los vehículos de distribución, no podrían acceder a las ZBE. Estamos ante un sector cada vez más precarizado, donde la inversión en flota es cada vez más difícil, y donde el coste de adquisición de vehículo, queda fuera del alcance en muchos casos.
Otro problema es el de los habitantes de los centros de las ciudades, las que son consideradas como ZBE. El resumen sería que esta legislación se considera como necesaria medioambientalmente, pero está mal implantada, y peor explicada a la ciudadanía. Hablamos de ciudadanos cuyo problema no es el coche, su problema es donde aparcar el coche. Y es que la gran mayoría de los centros de las ciudades, carecen de aparcamientos privados, lo que deja a la intemperie un número muy elevado de vehículos. Si además, estos, no pueden acceder por ser viejos y contaminantes, y no hay disponibilidad de cambio, por la situación económica, se lanza a los leones a un porcentaje importante de la ciudadanía, en nombre de la "sostenibilidad".
La batalla de los sesgos políticos
Y detrás de todo esto, están los sesgos políticos, y los intereses económicos.
Para ser sostenible, y avanzar en la descarbonización, es lícito preguntarse si la "única" solución es el cambio a la electrificación. ¿No existen otras alternativas?
Como es lógico, existen otras alternativas, propulsadas por sectores con sus propios intereses, como lo son los de las grandes petroleras, muy enfocados en la generación de Bio-Combustibles, y que empujan también en esta pelea.
Tampoco nos libramos de los sesgos de los distintos partidos, desde quienes propugnan la libertad total del individuo y el mercado, hasta los que proponen la desaparición de leyes tan importantes como la de libre competencia, si eso para ellos es beneficioso "por el bien general".
Lo que sí parece, en esta carrera, es que hay poca reflexión y muchas prisas por no perder el sitio en la primera fila, es que da derechos al final de recibir las ayudas europeas más cuantiosas y jugosas.
Artículo propiedad de Carlos Zubialde
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