El periodo 2020-2022, donde encadenamos primero una crisis sanitaria por el Covid19, y después una guerra por la invasión de Rusia a Ucrania, puso de manifiesto que lo que se entendía antes como cadena de suministro “segura”, era ya algo del pasado.
La nueva realidad global ha supuesto un cambio y alteración de todas esas cadenas de suministro, y los riesgos a los que se enfrenta, suponen una seria amenaza para el correcto funcionamiento de la economía global. De esta forma, podemos decir que el mayor riesgo para la logística mundial es precisamente la economía, y más en concreto, las previsiones a la baja o el estancamiento del crecimiento económico mundial, unido al grave problema que supone una inflación disparada tanto en Europa como en Estados Unidos.
El impacto que esto puede tener se traduce en una mayor dificultad para las empresas logísticas, tanto por la tendencia a la baja de la mercancía a ser transportada y de las operaciones logísticas, así como una mayor dificultad de acceso a la financiación de sus operaciones, que lo podemos considerar como otro riesgo muy importante, que, por desgracia, puede alargarse más allá del año 2023.
Unido a la situación de alta inflación, potencialmente podemos decir que otra línea de riesgo se sitúa en el alza o fluctuación del coste de la energía, cuyo impacto en el alza de los precios de los carburantes, supone apretar un poco más los ya maltrechos balances que tienen las empresas logísticas y de transporte.
Encadenamos con esta situación, el problema ya endémico del bajo margen comercial en las operaciones seguirá siendo un riesgo más que real, al que añadiremos la falta de disponibilidad. Y podemos decir que la disponibilidad puede ser uno de los principales riesgos a los que se enfrenta la cadena de suministro durante los próximos años, la falta de relevo está produciendo una reducción de la flota de camiones en todos los países. Y la consecuencia final será de una elevación de los precios de transporte, por lo que las negociaciones con los clientes respecto a las tarifas, si ya anteriormente, eran intensas, en los próximos meses puede aumentar esa intensidad de forma muy clara.
Las amenazas virtuales
No es posible abordar los retos del sector sin nombrar las que provienen de la digitalización, y más en concreto, del entorno de la ciberseguridad. Los ciberataques al sector del transporte han aumentado de forma muy importante, muy en línea de lo que ocurre a nivel mundial y de forma transversal en todos los sectores. Los ataques de distinto tipo han aumentado para los operadores logísticos y de transporte, tanto de forma directa como indirecta, utilizando las plataformas de los proveedores más pequeños, casi siempre mucho más vulnerables en aspectos de seguridad.
La ciberseguridad siempre debió de ser una prioridad, pero el confinamiento por la pandemia del Covid, trajo un aumento de nuevas formas de conexión (trabajo en remoto, teletrabajo, etc), y abrió una nueva puerta para los delincuentes informáticos. La poca preparación del personal, unido a los niveles generalmente bajos de seguridad, están produciendo incrementos muy altos de ciberataques, por lo que proteger la seguridad e integridad de la red de colaboradores, delegaciones y proveedores, es una prioridad.
Otra amenaza, también en el entorno virtual, lo sufren las empresas de transporte mediante ataques de suplantación de identidad. En este tipo de delito, los delincuentes generan un medio de conexión con clientes (SMS, mail etc), donde suplantando la identidad de la empresa de transporte, solicitan a los clientes el pago de alguna tasa, o simplemente la comunicación ficticia de la llegada de un envío, que requiere de una gestión. En el momento que el cliente hace click, los delincuentes descargaran un troyano para poder controlar su equipo y así extorsionar al cliente.
Este tipo de ataques, no afectan directamente a las empresas de transporte, pero si suponen un claro riesgo para su imagen, por lo que es preciso estar muy atento a lo que ocurre, para poder comunicar correctamente a los clientes de este riesgo, sin que ello suponga una merma en la imagen de la empresa.
Y no podíamos dejar de anotar, el riesgo que supone para las empresas de transporte, eliminar o reducir sus proyectos y presupuestos de transformación digital. Ante situaciones como las que se están viviendo en la actualidad, la reducción o ajuste de presupuestos es una práctica habitual. Pero nos podemos encontrar ante el riesgo que mediante la congelación de este tipo de proyectos, a la larga, supongan para las empresas un retraso tecnológico, qué suponga una posición más débil en el mercado.
Poder adquirir la consciencia y el conocimiento de los riesgos actuales, supondrá poder evitar posibles futuros problemas, interrupciones en la cadena de suministro, descontrol sobre los costes, riesgo de perdida de clientes, y de la propia actividad como tal.
Artículo propiedad de Carlos Zubialde
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