Hablar de sostenibilidad en logística y transporte me recuerda a un pasaje de uno de los monólogos del humorista Leo Harlem, cuando habla de que el agua ees buena, que buena es el agua y dice que si, pero para hacer los cubitos de hielo de los cubatas del sábado por la noche; bueno, hablar de sostenibilidad y transporte por ejemplo, es lo mismo, todos hablan de que bueno es ser sostenible, peo en el fondo, que poco se hace.

¿Qué es ser sostenible?

Me hace gracias, porque para unos ser sostenible es únicamente cambiar el tipo de vehículo, quitar los de combustión y sustituir por los eléctricos; me parece con perdón, una "melonada", el problema no es sustituir vehículos, sino hacer que estos lleven el 100% de su capacidad de carga. Creo que es mejor que en lugar de llegar 5 coches cada uno al 20% de carga a una calle, que lleguen dos, pero cada uno al 50%, o incluso solo uno al 100%, ¿no?

Otro tema es cuando se habla de sostenibilidad, y solo se habla de la medioambiental. ¿Qué ocurre con la sostenibilidad económica de las empresas de transporte? El reciente paro ha puesto de manifiesto los graves problemas económicos que pasa un sector fundamental para el funcionamiento de cualquier país. Me hace también gracia escuchar a grandes empresas que hablan de sostenibilidad, pero a la hora de pagar sus tarifas de servicios de transporte, les importa bien poco la sostenibilidad económica de sus proveedores..

Bueno, ¿y qué me dices de la sostenibilidad social?

Al final, el chofer, conductor o mensajero es un ente "invisible", no entra nunca en la ecuación de la sostenibilidad. Esas mismas empresas de transporte que reclaman su sostenibilidad económica, en muchas ocasiones no miran por la sostenibilidad social de sus trabajadores (sean asalariados o autónomos). Jornadas maratonianas de más de 12 horas, pago por entregas efectivas o sanciones por entregas no correctas, todo ello, con una contraprestación económica muy baja, es el día a día.

¿Nos hacemos sostenibles?

Me apunto, pero no solo a la medioambiental, también a la económica y como no, a la social.

Artículo opinión de Carlos Zubialde

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