Y es que, la situación no parece invitar a muchas alegrías, los indicadores económicos siguen su tendencia a la baja, con reducción de la actividad económica de forma muy notable.

El buen tiempo del verano, alargado en el otoño de forma poco usual, ha permitido poder disfrutar de mayor tiempo de ocio, pero con la llegada del mal tiempo, empieza a florecer la sensación de preocupación frente a unos tiempos futuros, cargados de grandes dosis de incertidumbre.

Añadiendo a la propia incertidumbre de la situación política de España, con un Gobierno en funciones desde hace meses, y con posibilidades de tener que repetir elecciones a primeros de año, nos encontramos con la guerra que siguen manteniendo Ucrania y Rusia por la invasión de este último, y la reactivación de los conflictos en el medio oriente. Y no hemos hablado de los precios o la inflación....

La economía lo sufre, los ciudadanos lo sufrimos. La consecuencia es un tiempo de turbulencias, frente a la cual, reaccionamos con una contracción de nuestro consumo, contracción que se aprecia ya en los volúmenes de mercancía que transportan las empresas de transporte de paquetería, por ejemplo, primer termómetro de la economía.

El volumen de envíos se está reduciendo de forma paulatina desde hace ya varios meses, por lo que la previsión de las campañas de Black Friday, navidad o rebajas, podemos aventurar que no tendrán el peso e impacto que tuvieron en años precedentes.

Además de hacer el trimestre noviembre-enero una campaña sin fin de promociones, lo que aplana la compra e incluso, se solapan, añadido a los tiempos de incertidumbre, puede tener un resultado muy por debajo de lo que se podría esperar. Es cierto que la gran mayoría de empresas siguen manteniendo sus planes de refuerzo para esta época, pero el sentir general, junto con las crudas cifras, nos decanta por tener una previsión mucho más modesta de lo deseado.

Artículo de opinión de Carlos Zubialde

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